Las minas antipersona, las trampas explosivas y las municiones sin detonar -como bombas de artillería que no llegaron a explotar- fruto de los combates en el norte de Siria están teniendo un impacto devastador en la población civil que huye de los combates, señala el informe Listas para explotar (Set to explode) que publica Médicos Sin Fronteras (MSF).
El constante cambio de posición de las líneas de frente deja un paisaje sembrado de minas, trampas explosivas y munición sin detonar en el que cientos de civiles han perdido la vida o han resultado mutilados por estos artefactos. Los explosivos se encuentran “plantados” en carreteras, campos de cultivo y también en las propias viviendas de la población, indica el nuevo informe de MSF. El reporte se ha basado en testimonios de los equipos médicos de la ONG en el norte de Siria, de pacientes y de sus familiares.
“Es extremadamente peligroso para la población regresar a sus hogares”, dice Karline Kleijer, responsable de emergencias para Siria de MSF. “Han puesto trampas explosivas por todas partes: debajo de las alfombras, en las neveras e incluso en los muñecos de peluche de los niños”.
Durante el pasado verano, el personal del hospital de Manbij, localidad perteneciente a la gobernación de Alepo, recibió más de 190 personas heridas por artefactos explosivos. “Camiones repletos de pacientes empezaron a llegar al centro”, dice uno de los doctores de MSF. “Para evitar el conflicto armado, los civiles viajan por caminos que consideran seguros. Sin embargo, terminan por meterse en campos minados”.
Jasem, residente de Jirn, un pueblo cercano a Tal Abyad, en la gobernación de Raqqa, vive con dos minas enterradas a pocos metros del umbral de su casa. “No puedo dormir. Siempre estoy preocupado porque uno de mis cuatro hijos, el perro o una oveja termine por detonar alguna de estas minas”, explica. “Cuando uno de los animales se acerca a la casa, todos corremos hacia fuera”.
En este momento, casi ninguna organización, ni humanitaria ni militar, está llevando a cabo actividades de desminado, lo que obliga a la población a hacer esa labor. A menudo con consecuencias letales.
“La población está arriesgando su vida para hacer más seguras sus comunidades”, dice Kleijer. “Nos han contado que cinco hombres de Kobane se ofrecieron para retirar las minas que había en las viviendas y ganar así algo de dinero. Ninguno de ellos está vivo hoy”.
Mientras siga habiendo minas y artefactos explosivos sin detonar, la población
atrapada por el conflicto no podrá huir. Y los que huyeron previamente, tampoco
podrán regresar a sus hogares. Del mismo modo, las organizaciones de ayuda
humanitaria tampoco podrán llevar a cabo sus proyectos, lo que causará aún más
sufrimiento a la población de esta región, cuyo sistema de salud se ha hecho añicos
durante estos seis años de guerra.
MSF hace un llamamiento a las partes del conflicto y a sus aliados para que
garanticen la protección de los civiles y para que faciliten la llegada de ayuda
humanitaria.