Desde la introducción de la ley europea para la promoción de biocombustibles en 2009, el uso del aceite de palma ha aumentado de forma considerable: de las 825.000 toneladas en 2008 a las 3,9 millones de toneladas en 2017. El uso de biodiésel de palma es tan elevado que empequeñece las cantidades de aceite de palma utilizadas en otros productos como galletas, cremas de chocolate, champú o pintalabios, que en conjunto supusieron un 39% del aceite de palma utilizado en Europa en 2017, el punto más bajo de la pasada década.
Este consumo desmesurado ha supuesto una enorme expansión del cultivo de palma aceitera, sobre todo en Indonesia y Malasia, donde se produce el 85% de la demanda global. Una expansión que está generando graves problemas de deforestación y de drenaje de turberas, además de la emisión a la atmósfera de enormes cantidades de gases de efecto invernadero.
Según un estudio encargado por la Comisión Europea (Informe Globiom), el biodiésel de palma es tres veces peor para el clima que el diésel convencional. Un impacto que se suma a las amenazas a hábitats de especies en peligro de extinción como los orangutanes de Borneo y los elefantes pigmeos.
La Directiva Europea de Energías Renovables se introdujo en un intento de fomentar energías como la solar o la eólica, pero en su capítulo de transporte ha promovido el uso de cultivos agrícolas como la palma de aceite, la colza y la soja para hacer biocombustibles. Según Ecologistas en Acción y Transport & Environment, con la normativa actual, los biocombustibles se pueden contabilizar como ‘cero emisiones’, a pesar de ser grandes emisores de gases con efecto invernadero. De hecho, si se contabilizarán de manera adecuada, las emisiones del transporte por carretera aumentarían automáticamente un 10 %
En enero, el Parlamento Europeo acordó que no se siga considerando el biodiésel de aceite de palma en el marco de los objetivos de renovables a partir del año 2021. Esto desató una campaña con importantes recursos por parte de los poderes fácticos de influencia de Indonesia y Malasia. La Comisión Europea, apoyada por los recién terminados gobiernos de España e Italia, se opone a terminar los subsidios al aceite de palma.
Las negociaciones finales tendrán lugar la próxima semana: el lunes 11 de junio, durante el Consejo de Ministros de Energía, a la que deberá acudir la nueva ministra de Energía y Medio Ambiente, Teresa Ribera. La ministra deberá defender la posición española en la que será la primera prueba de la política energética y climática del nuevo Gobierno español. Ecologistas en Acción y Transport & Environment piden a la formación socialista que apueste por la eliminación de las ventajas del biodiésel.
Esto supone una prueba de fuego para Teresa Ribera ya que España es uno de los países que más biodiésel de palma produce. De hecho, el 90% del biodiésel que se produce en nuestro país es de palma, según los datos de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia. La producción española de biodiésel de palma aumentó un 27% en 2017 y ya supone el 44% de todo el biodiésel de aceite de palma que se produce en Europa. Estos datos estarían relacionados con el apoyo firme por el mantenimiento del trato favorable al aceite de palma en la Directiva Europea de Energías Renovables que había mostrado hasta ahora el Gobierno de España.
Nuria Blázquez responsable de biocombustibles de Ecologistas en Acción: “Quemar aceite de palma en coches y camiones para cumplir con objetivos de energía renovable, y en definitiva climáticos, es un sinsentido. Tenemos evidencias suficientes para afirmar que hay que parar esto, y hay que pararlo ya. Confiamos en que el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez cambie la que hasta ahora ha sido la posición española en el Consejo, muy favorable a la continuidad del apoyo al biodiésel de palma”.
Carlos Calvo Ambel, responsable de Transport & Environment en España, concluye: “Si los biocombustibles se suponía que reducirían emisiones, mejorarían la independencia energética y ayudaría a los agricultores, han supuesto un fracaso por partida triple. Cada vez somos más dependientes de las importaciones de biocombustibles sucios. La UE no debe dejar escapar esta oportunidad, única en la década, y alejarse de los biocombustibles a partir de productos agrícolas e invertir en electricidad renovable y biocombustibles basados en residuos”.