Un equipo de investigadores del CSIC ha desarrollado un prototipo de batería de flujo redox de vanadio de 10 kilovatios (Kw) para demostrar su viabilidad como sistema de almacenamiento de energía eléctrica a gran escala, dirigido especialmente a las energías renovables. Este prototipo de 10 kW (10 kW de potencia y 20 kWh de energía) permite acumular energía eléctrica para aplicaciones estacionarias, como el almacenamiento de energía en viviendas o pequeños comercios
Esta tecnología constituye el primer hito en el camino para obtener una batería de 50 kilovatios, que permitirá extender el uso de esta tecnología al sector industrial. El prototipo se ha presentado hoy en un acto celebrado en el Instituto de Carboquímica (ICB-CSIC), en Zaragoza, y ha contado con la presencia de la presidenta del CSIC, Rosa Menéndez, entre otras autoridades.
Este prototipo es fruto del trabajo de la Plataforma Temática Interdisciplinar PTI TrasnEner+, del CSIC, y supone una apuesta tecnológica para el almacenamiento estacionario de energía eléctrica a gran escala, con el objetivo de alcanzar una mayor integración de las energías renovables, superar sus problemas de intermitencia y acelerar la transición energética. El proyecto está coordinado por Ricardo Santamaría, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (INCAR), y cuenta con la participación de grupos de ocho centros del CSIC: INCAR, LIFTEC (integrado en el ICB), ITQ, IRI, ICB, ICMM, ICMAB e ICTP.
Las baterías de flujo redox son dispositivos con una gran flexibilidad en los que la energía está almacenada en los electrolitos, que contienen las especies de vanadio electroactivas. Estos electrolitos se encuentran en tanques externos y fluyen gracias a la acción de bombas hidráulicas por el interior de las celdas de la batería donde se producen las reacciones electroquímicas de oxidación-reducción.
Su principal ventaja es la versatilidad que ofrecen: la potencia y la energía del sistema se pueden configurar de forma independiente mediante el aumento de la superficie activa de los electrodos, el número de celdas y el volumen de electrolito. Tienen, además, un ciclo de vida largo que puede superar los 20 años, lo que las convierte en excelentes candidatas para aplicaciones estacionarias y de uso intensivo, donde otras tecnologías como las baterías de litio no pueden competir, facilitando la penetración de las energías renovables en el mercado.